La ciencia confirma los grandes beneficios de ir a la playa

Esto es lo que le pasa a tu cerebro cuando te dejas llevar por el mar y disfrutas de días de playa.

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Por:

Adonis Martínez

Ir a la playa
Los beneficios de ir a la playa, según la ciencia. Fuente: Canva.

Hay algo en el mar que nos calma sin que sepamos muy bien por qué. Basta con caminar por la orilla, escuchar las olas o dejarse llevar por la brisa para notar cómo el cuerpo se suelta y la mente se despeja. No es solo una sensación: durante siglos, se ha creído que el mar cura, y no solo en sentido figurado.

En el siglo XVIII, los médicos en Europa recetaban estancias en la playa como parte del tratamiento para enfermedades tan graves como la tuberculosis o la lepra. La gente se bañaba —e incluso bebía— agua salada, convencida de que los minerales del mar y el aire costero tenían propiedades curativas. Y aunque hoy sabemos que no todo era científicamente acertado, esa intuición no iba tan desencaminada.

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Fuente: Freepik.

La ciencia moderna ha retomado esa conexión entre naturaleza y salud desde otra mirada. Ya en los años 80 se descubrió que las personas que se recuperan rodeadas de entornos naturales lo hacen mejor que quienes lo hacen entre paredes grises. Y ahora, más que nunca, entendemos que el mar no solo relaja: también transforma lo que ocurre dentro de nuestra cabeza.

La playa reduce el estrés, según la ciencia

Basta con dar unos pasos sobre la arena para notar cómo todo se ralentiza. La mente, acostumbrada al ruido y las prisas, empieza a bajar el ritmo. Es lo que los expertos llaman “restauración de la atención”: ese momento en el que dejas de pensar en bucle y empiezas a mirar a tu alrededor con otra calma, más abierta, menos exigente.

Investigaciones recientes han confirmado lo que muchos ya intuían: estar cerca del mar tiene un efecto único en nuestro cerebro. En un estudio realizado en Reino Unido con más de 4.000 personas, la costa superaba incluso a los bosques y a la montaña como el entorno más reparador.

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Foto: Pixabay

Mirar al mar no solo relaja: también nos coloca. Esa imagen infinita nos obliga a parar y a observar algo más grande que nosotros mismos. Y con ello llega una emoción poderosa: el asombro. Un sentimiento que, según diversos estudios, ayuda a reducir el estrés, a poner en perspectiva los problemas y a reconectar con un propósito más amplio.

¿Es todo esto cierto?

El mar no solo relaja por intuición, también lo hace por cómo funciona nuestro cerebro. Según la teoría de la restauración de la atención, los entornos que mejor ayudan a desconectar son aquellos que nos atraen sin sobrecargarnos. Paisajes que despiertan la curiosidad con suavidad, como el vaivén de las olas, capaces de captar nuestra atención sin exigirnos nada.

Aunque aún no hay estudios específicos sobre cómo las olas afectan al estrés, sí se sabe que ciertos patrones naturales —como los fractales que forman al romper— influyen en nuestra actividad cerebral. Al observarlos, el cerebro activa frecuencias asociadas a la relajación, lo que explicaría por qué, sin saberlo, nos sentimos en paz solo con mirar al mar.

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