Una mujer maltrada, durmiendo con sus hijas en una furgoneta tras ser desahuciada, en Tavernes Blanques

Una historia dramática donde las haya, de la que se espera una solución lo más temprana posible.

Por:

Adonis Martínez

La madre, obligada a vivir en una furgoneta con sus hijas. Fuente: Pexels.

Desde hace un mes, una furgoneta se ha convertido en el refugio improvisado de una madre y sus dos hijas menores, de 12 y 15 años. Cada noche, aparcan frente al edificio donde antes vivían, en Tavernes Blanques, como si la cercanía a su antiguo hogar pudiera ofrecer algo de consuelo. Allí, entre asientos y colchones improvisados, intentan seguir adelante con una rutina que ya no se parece en nada a la que conocían.

El desahucio llegó tras más de un año de impagos del alquiler, en un contexto de extrema vulnerabilidad. La mujer, víctima de violencia de género, sobrevive con una prestación que apenas supera los 400 euros mensuales. Con décadas de historia en el municipio de l’Horta Nord, su situación se ha agravado hasta el punto de quedar completamente al margen del sistema.

Ahora, lo cotidiano es una lucha constante: encontrar un lugar donde asearse, mantener la escolarización de las niñas, acceder a alimentos y, sobre todo, recuperar algo de dignidad. Su historia no es solo la de un desahucio, sino la de un abandono progresivo que ha terminado dejando a una familia sin hogar y sin opciones reales.

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Miedo a que su maltratador quede en libertad

A la falta de techo se suma el miedo. La mujer y sus dos hijas no solo sobreviven cada día en una furgoneta, sino que lo hacen con el temor constante a que su agresor vuelva a aparecer. Él ya fue condenado por malos tratos y llegó a incumplir la orden de alejamiento. Ahora, la posibilidad de que salga de prisión mantiene a la familia en un estado de alerta permanente.

Las noches, asegura, son las más difíciles. Dormir en un vehículo no es descansar: es mantenerse vigilante, con un ojo abierto y el corazón acelerado. Aunque estén “bajo techo”, la sensación de estar expuestas en plena calle es constante. “Hay que ser fuerte y tirar hacia delante con todo”, dice, tratando de sostener a sus hijas y no venirse abajo.

Fuente: X (@policia)

Su único deseo es empezar de cero. No le importa dónde, siempre que esté lejos. “Cuanto más lejos, mejor. Él sabe dónde estamos y no queremos que nos encuentre”, explica con firmeza. Para ella, una vivienda social no solo significaría un hogar, sino también una oportunidad real de escapar del miedo.

La burocracia avanza lenta

Las rutinas diarias de esta familia comienzan en una furgoneta. La madre peina a sus hijas, las lleva al colegio y por la tarde las recoge para pasar unas horas en casa de una vecina, donde pueden ducharse, merendar y hacer los deberes. Por la noche, regresan al vehículo para dormir, porque no hay espacio suficiente en la vivienda que las acoge temporalmente.

La situación se alarga ya más de un mes. Viven entre colchones, cajas, algo de ropa y comida en conserva. Cuando llueve, el agua entra. Cuando hace frío, no hay cómo calentarse. “Solo piensa en sus hijas”, cuenta su vecina a Levante, quien también denuncia: “Es una vergüenza que esto les esté pasando”.

El Ayuntamiento de Tavernes Blanques ha confirmado al medio que Servicios Sociales ya ha comunicado el caso a la Conselleria de Vivienda, solicitando una solución habitacional urgente para esta madre con dos menores a su cargo.

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