¿Quién elige el nombre de los huracanes?

Nombres como Milton, Dorian y Erin son muy mencionados, ¿Pero quién los eligió y qué criterios tomó?

Por:

Nicolas Lafferriere

En estos momentos, Florida se encuentra invadida por una serie de huracanes que están azotando en las costas. El más destacado es el Huracán Dorian, que sopla a 259 kilómetros por hora en su camino a Las Bahamas. ¿Pero por qué esta tormenta tropical fue nombrada de esa forma?

¿Por qué ponemos nombres a los huracanes?

La tendencia a asignar nombres a los huracanes data de mitades del Siglo XIX a inicios del XX, cuando empezaron a asignarse nombres de santos a las tormentas tropicales que arrasaban en el archipiélago de los Antilles. Así tenemos casos como “Santa Ana” y “San Felipe”, que arrasaron en Puerto Rico en 1825 y 1928 respectivamente.

Clement Wragge fue el primero en utilizar nombres propios para denominar a estos fenómenos meteorológicos. El afamado meteorólogo australiano utilizaba letras de los alfabetos griego y romano, nombres mitológicos, e incluso de políticos que no le gustaban, con el fin de identificar a los diversos fenómenos destructores de la naturaleza.

Pero una de sus referencias a la hora de nombrar huracanes permaneció dentro de Estados Unidos: los nombres de mujeres. Estos se utilizaron durante buena parte del Siglo XIX, hasta que la Organización Meteorológica Mundial y el Servicio Meteorológico de Estados Unidos acordaron alternar nombres femeninos y masculinos para referirse a este tipo de fenómenos.

Así se eligen los nombres de los huracanes

La institución encargada de los nombres de los huracanes es la Organización Meteorológica Mundial, con sede en Ginebra. Este organismo sigue un procedimiento estricto para seleccionar el tipo de nombres, que incluye una relación anual de 21 nombres masculinos y femeninos que van alternándose. Esta lista se determina cada año con el fin de no repetir nombres.

Esto significa que los nombres Dorian (masculino), Chantal (femenino) y Erin (femenino) se encontraban en el listado que la Organización Meteorológica Mundial definió a inicios de 2024, y que se sigue de forma estricta con cada uno de los fenómenos. Solo se puede cambiar el nombre de un huracán si el organismo gubernamental de un país lo solicita, con el fin de que no coincida con una víctima del fenómeno climático.